Ante el reto que plantea la emergencia climática, el ferrocarril respondió con datos indiscutibles, convirtiéndose en una palanca de la transición energética en movilidad. Como ejemplo más representativo en nuestro país, en un trayecto Madrid-Barcelona, la huella del avión es de 115,5 kilogramos de CO2 por pasajero, y la del coche, variable entre 65,6 y 88,9; el tren, en cambio, demuestra su primacía indiscutible en materia de sostenibilidad con 17,2 kilogramos de CO2 por pasajero: imbatible.
El transporte ferroviario, desde su invención, se ha declarado como un medio de transporte, sobre todo, seguro. El tren fue y es la respuesta a la emergencia climática y ahora, en tiempos COVID, también es la respuesta a un transporte seguro desde el punto de vista de la salud.
Es, en mitad de este escenario que se planteaba como positivo para el sector ferroviario, cuando aparece en escena el cisne negro por excelencia de nuestro tiempo: el COVID-19. Sin embargo, y como ocurre con estos infrecuentes eventos, es también un punto de inflexión en muchos aspectos que puede derivar en un cambio trascendente.
Sabemos que la crisis por COVID-19 no limitará su impacto al corto plazo ni a unos pocos sectores, sino que, debido a la globalización y a la cada vez mayor interconexión entre sectores, provocará cambios duraderos en el tiempo. Por esto mismo, es importante no quedarnos en un plano superficial e ir más allá para atisbar, en la medida de lo posible, las soluciones óptimas para el sector ferroviario tanto ahora como en los próximos años.
A pesar de que, como dicen los expertos, los efectos de los cambios sólo pueden verse con el paso del tiempo, si enumeramos las principales macrotendencias para los próximos años como la sostenibilidad, la transformación digital, la nueva regulación o la privacidad, entre otras, comprobamos que el COVID-19 ha tenido impacto ya en cada una de ellas. Es la peculiar bienvenida de la pandemia a un nuevo paradigma.
Con el nivel de conocimiento actual que se tiene sobre el virus, existe el consenso absoluto sobre que el medio de transmisión principal es el contacto próximo entre personas o personas y superficies infectadas. Secundariamente, empiezan a existir indicios de que el aire también puede ser portador del virus, aunque con un impacto menor.
Medidas como la desinfección total del vehículo, mediante el uso de productos biocidas, vapor, ozono o luz ultravioleta pueden ayudar a la protección de la salud del pasajero. También superficies antimicrobianas, que gracias a su tratamiento y composición impiden la supervivencia y crecimiento del virus sobre las mismas; o barreras separadoras que detienen la propagación del virus entre pasajeros.
Por último, la mejora de la calidad del aire se efectúa aumentando el caudal de aire limpio y disminuyendo la recirculación, utilizando filtros de alta eficiencia, ionizadores de plasma o lámparas biocidas de tipo UV-C dentro del circuito de climatización.
Estos desarrollos, que casi cualquier medio de transporte podría implementar, deberán ser obligatorios y será positivo. Pero es fundamental dar un paso más y reconocer que la gama de tecnologías y medidas de seguridad complementarias que pueden desplegarse en el tren es mayor que en otros modos y que, dentro del sector y por su propio diseño de base, las unidades de Talgo están especialmente preparadas para evitar la propagación de un virus.
Si hablamos de espacios interiores en otros modos de transporte, en un avión, por ejemplo, este tiene un único espacio que puede albergar una gran concentración de pasajeros. Esto supone un riesgo manifiesto de contagio, ya que los procesos de filtrado de aire en los aviones mediante filtros HEPA sólo actúan ante una de las vías de exposición del virus, la de la transmisión aérea, pero dejan expuestos a los pasajeros al resto de ellas, que han probado tener más impacto en el proceso de contagio del virus.
Esto está derivando en un riesgo elevado y aún sin solucionar. En palabras de la Agencia Europea de Seguridad Aérea, “los filtros HEPA por sí solos no pueden garantizar la seguridad de la salud en los aviones o cualquier otro entorno”.
En contraposición, el tren, como bien sabemos, cuenta con espacios independientes entre sí, que son los conformados por los distintos coches (vagones) que albergan a los pasajeros, siendo esto aún más destacable en los trenes Talgo, los cuales cuentan con los coches más cortos y anchos del mercado, ofreciendo una mayor posibilidad de distancia entre pasajeros, así como una distribución óptima de los mismos.
Además, cada uno de estos coches cuenta con un equipo individual de tratamiento y renovación de aire, que introduce desde el exterior, reduciendo al mínimo los riesgos de exposición masiva para los pasajeros, y garantizando así las condiciones de salud y no exposición.
Para entender mejor las ventajas arquitectónicas que presenta el tren frente al avión, podríamos comparar un tren Talgo de alta velocidad y un avión estándar en, de nuevo, un trayecto Madrid-Barcelona. El tren Talgo, con capacidad de transportar unos 365 pasajeros distribuidos en sus 200 metros de longitud, transportaría una media de 33 pasajeros por coche.
Por contra, el avión, transportaría unos 150 en un único espacio común a todos ellos, unas 5 veces más que el tren. Y es justo a partir de esta posición ventajosa de salida, donde entrarán en juego los desarrollos a medida que Talgo pretende implantar para reducir aún más cualquier riesgo.
En un futuro inmediato, el nuevo modelo de tren Talgo Avril -que estamos fabricando para la operadora española Renfe- tiene la mayor anchura interior del mercado y, por tanto, la máxima capacidad, sin merma para el confort del viajero. Así pues, si el tren actual alberga a los viajeros en una configuración de fila 2+2 en clase turista (ventana, dos butacas, pasillo, dos butacas, ventana), el Avril está siendo desarrollado en esquema 3+2, lo que permite mantener las mismas distancias de seguridad con un mayor número de viajeros.
Esta realidad del diseño de los trenes actuales y futuros de Talgo confiere al sector y a la propia empresa la capacidad de minimizar los posibles riesgos de contagio de una forma mucho más controlada y con una base de partida mucho más favorable en comparación con otras alternativas de transporte pblico, y refuerza el papel preferente que ya se venía planteando para el modo ferroviario en los desplazamientos de larga distancia en radios de hasta 600 km.
En definitiva, el secreto de nuestra innovación es la anticipación, poniendo a las personas en el centro, dando las soluciones para un transporte post-covid más seguro.
Docente: Emilio García, docente del Máster en Infraestructuras Ferroviarias de EADIC.